sábado, 25 de diciembre de 2010

Origen del Pesebre Navideño y los Belenes en Potosí

Se acerca la Noche Buena, noche precursora de la Navidad; recuerdo de Belén de Judá, allí donde nació hace más de dos mil años, un hermoso niño de ojos color cielo, cabello castaño y tez blanca, cuyo destino ya estaba
escrito y cuyas enseñanzas llegaron a cambiar el curso de la historia de la humanidad.
Desde hace siglos, el mundo conmemora ese hecho trascendental con celebraciones y cantos; fiestas y regalos; oraciones y alabanzas, recordando las palabras de la Sagrada Escritura “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz…”
Cuando nació Jesús Hijo de Dios, María su madre lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada.
Y la hermosa tradición de representar y recrear en iglesias y hogares el nacimiento de Jesús con figuras y maquetas, fue por siempre glorificado como una manifestación de fe y amor hacia el Redentor del mundo, atribuyéndose esa iniciativa a San Francisco de Asís. Este hecho se remonta al año 1223, cuando el hermano Francisco comisionó a un artesano escultor a trabajar la imagen del Santo Niño, para celebrar con solemnidad y originalidad la Natividad de Jesús.

Los Belenes Potosinos”

La celebración de la Navidad en la Villa Imperial de Potosí, desde que fuera establecida con los “Belenes” o “Pesebres Navideños”, fue por siempre llamativa y contagiosa hacia los habitantes nativos, cuando éstos acomodáronse a la evangelización de los religiosos asentados en esta ciudad, particularmente de los frailes franciscanos.
De acuerdo a manuscritos encontrados en el archivo de la biblioteca franciscana de Potosí, se sabe que el primer pesebre navideño o significación del Nacimiento de Jesús a través de esculturas logradas por los mismos conventuales franciscanos de Potosí, tuvo lugar en el templo dedicado a San Antonio de Padua (más conocido como San Francisco). Allí donde se estableció la tradición originada en el Viejo Mundo y transmitida al Continente americano por representantes de la Iglesia de Cristo y la venia del Rey Carlos III de España.
En todo caso, la primera vez que se mostró un pesebre navideño en Potosí, fue el año de 1761, cuando uno de los altares barrocos del templo de San Antonio de Pádua, fue destinado a la alegoría del “Belén”.
La extraordinaria exhibición que se dio en aquel primer “Nacimiento”, motivó para que la sociedad potosina imitara aquella ilustración religiosa en años siguientes y en forma definitiva. Fue entonces cuando varios escultores en imaginerías religiosas, establecieron talleres exclusivamente para el trabajo de “belenes”, cuyos “Niños” eran esculpidos en madera cedro así como en alabastro o berenguela (especie de mármol algo blando).
Igualmente trabajábanse esculturas que representaban al Niño Dios, logrados en maguey (madera proveniente de los alrededores del Lago Titicaca y otras regiones del Perú y Ecuador).
Fue en mitad del siglo XVIII cuando multiplicáronse los talleres de artistas imagineros especialistas en “Nacimientos”, sabiendo que en el año de 1775, habían algo así como 40 talleres de esta naturaleza, cuyos escultores y pintores eran denominados o conocidos como “santeros”, los que otorgaban a sus obras un importante valor artístico y económico. Sin embargo de ello, también llegaban a Potosí, esculturas cuzqueñas o “Niños Cuzqueños” que ganáronse la simpatía o preferencia de algunas familias de la ciudad; de cuyo hecho, aún subsisten varios ejemplares en hogares potosinos que guardan como una riquísima herencia de sus antepasados.
Y bueno, así como llegaban a Potosí, esculturas cuzqueñas de fino acabado, igual hecho ocurría con las esculturas potosinas que eran llevadas al Norte argentino así como a otras regiones de Chile y el Perú. Lugares donde había preferencia por los trabajos realizados en la Villa Imperial de Potosí, cuando esas preciosas obras de arte religioso tomaron el nombre de “Niños Potosinos” trabajados en cera y madera cedro; esculturas que mostraban un rostro admirable, como afirma el cronista de la colonia, Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela.
De esta manera fueron multiplicándose y mostrándose los pesebres navideños en Potosí, sea en templos católicos así como en hogares de distintas capas sociales, ya que el nacimiento de Jesús escenificado desde la época del hermano Francisco de Asis, no es solamente para unos cuantos, sino para todos quienes tienen fe en Cristo.

La Fiesta de la Navidad

Con relación a la celebración de la Navidad en Potosí, se sabe que ésta se constituyó en una de las más importantes del calendario religioso en esta ciudad, tomando en cuenta que ella conserva sus viejas tradiciones entremezcladas con música de villancicos, adoradores, buñuelos y picana.
La “Nochebuena” en Potosí, no es siempre una noche de regalos, de arbolitos, de Papá Noél, de abrazos y deseos de felicidad; es una noche exclusivamente dedicada a la adoración del Redentor del mundo.
En la mayoría de los hogares pudientes y humildes, los miembros de la familia se preparan entusiastamente para celebrar el advenimiento de Jesús. En este caso, el arreglo del pesebre navideño es todo un afán por presentar un trabajo artístico con las solemnidades de antaño.
Al margen de ello, las amas de casa se dedican al preparado de la tradicional “picana” que, deseando porque tenga sabor o gusto especial, utilizan condimentos de cual a mejor y cuyo cocimiento –en algunos casos- se realiza en braceros antañones que reúnen montones de carbón “churqui”.
Por su parte, algunos caballeros de esta ciudad –sin perder la tradición de sus antepasados-, se dedican al preparado de los sabrosos “sucumbés” y las delicadas “mistelas”. Tampoco faltan las rocas de Navidad, las ojarazcas, alfajores y los tradicionales buñuelos que se sirven en compañía de un espeso chocolate. Servicio que en ciertos hogares ocurre una vez finalizada la llamada “misa de gallo” o misa de media noche celebrada en diferentes templos católicos de la ciudad.
En otro orden de cosas, hay familias humildes donde los niños y niñas, siguen con la tradición de lustrar sus zapatitos viejos con bastante betún, para colocarlos tras la puerta de la habitación y esperar el regalo que traerá “Niño Dios”, demostrándose con ello, la inocencia de aquellos muchachitos y muchachitas que aún piensan en eso de que el “Santo Niño” es portador de golosinas y juguetes.


* Socio de Número de la Sociedad Geográfica y de Historia Potosí.

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