Hamleys, la célebre juguetería situada en la Regent Street londinense, sueño de los niños británicos desde hace 250 años, abolió en sus cinco pisos los códigos de color que indicaban un sacrosanto celeste para los varones y un ineludible rosa para las nenas.
Con cinco millones de visitantes por año, Hamleys es una de las mayores atracciones turísticas de la capital, el equivalente londinense de la no menos célebre FAO Schwarz de Nueva York. La decisión de abolir la distinción de los juguetes por sexo, reorganizándolos por tipologías (“suaves”, “aire libre”, “arte y artesanía”) fue saludada en Twitter como “el fin del apartheid”.
Y aunque la cadena -que tiene filiales en Amman, Dubai, Mumbai, Glasgow y Dublín- desmintió haber reaccionado a las presiones de la opinión pública, el movimiento contra la “rosificación” de las niñas cantó victoria.
Antes de la reorganización decidida la semana pasada, la sección de niñas de Hamleys era una acumulación rosada de baterías de cocina, animales de peluche, muñecas y equipos de belleza con salón incluido, mientras para los varones se reservaban los autos, naves espaciales, trenes eléctricos, juegos de construcción y legos, siempre en estantes pintados de celeste.
“Era el fruto de una decisión de marketing en los años 80. Pero el fetichismo del rosa es un fenómeno reciente. Los colores no fueron introducidos en las guarderías hasta principios del siglo XX, y entonces era al revés: el celeste para las niñas”, explicó la norteamericana Peggy Orenstein, autora del ensayo Cenicienta se comió a mi hija: despachos desde la línea del frente de la nueva cultura girlie-girl.
A ella se sumaron dos hermanas británicas, Emma y Abi Moore, que fundaron la campaña Pinkstink (el rosa apesta), y la bloguera Laura Nelson, que firma como Delilah. En su opinión, la industria del juguete propina a las niñas una imagen femenina pasiva y obsesionada por las compras, la belleza y la moda.
En todo caso, no es el primer éxito de Pinkstink: recientemente el movimiento convenció a la cadena Sainbury’s de cambiar las etiquetas de sus disfraces para niños. Antes, los de médico se indicaban “para varones”, mientras a las niñas se les reservaban los uniformes de enfermeras o expertas en estética.
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