La casa del matrimonio paceño de Marcelo Cajías y Rocío Silva de Cajías refleja, como pocas otras, el espíritu navideño en su máximo esplendor. En sus salas principales luce nada menos que 105 nacimientos o belenes provenientes de 26 países de América, África, Asia y Europa.
Esta valiosa colección es fruto de casi 30 años de persistencia y dedicación, pero también de la generosidad de familiares y amigos que cuando pueden aportan para enriquecer el repositorio.
Hechos de palillos de fósforos, de una galleta alemana, de piedra de sal -el material del que están hechas las pirámides de Egipto- y hasta de cristal Swarosky, cada nacimiento es único y particular, aunque no se puede negar que hay algunos que por su arte y belleza destacan por sobre los otros.
Creyentes cristianos y entusiastas de la tradición navideña, cada año que pasa Rocío y Marcelo se esmeran por remozar y mantener a punto su colección que une lo religioso con las expresiones artísticas de pueblos que, incluso siendo tan lejanos, tienen en común la fe que cada año se renueva con la celebración de la llegada de Jesús.
Y es que pese a ser un culto enteramente cristiano, desde que se popularizó a inicios del siglo XIII, la costumbre de armar pesebres se difundió rápidamente a lo largo y ancho del planeta.
Afición hecha tradición
Todo empezó cuanto Rocío y Marcelo Cajías fueron a vivir a México en los años 80. El arte y la cultura del lugar los deslumbró y de entrada empezaron a coleccionar artesanías, reliquias y piezas de arte. No pasó mucho tiempo hasta que repararon en que los objetos favoritos, los que más buscaban y apetecían, eran los nacimientos.
Desde entonces, año que pasa, los Cajías ven cómo su “instalación navideña” no para de crecer.
El rito de armar el pesebre empieza los últimos días de noviembre. “Si armar un solo nacimiento a la mayoría de las familias les toma su buen tiempo, acomodar más de 100 toma cuando menos cinco días de minucioso trabajo”, comenta Rocío, quien hace ya varios años -por cuestiones de espacio- se resignó a dejar de lado el árbol navideño.
Menchú, Mama Ocllo, Botero...
La familia Cajías no olvida el origen y muchas de las circunstancias en las que obtuvo cada uno de los nacimientos, que en un 60 a 70% son obsequios de amistades y familiares.
Visitar su casa en época navideña es como visitar un museo: hay que seguir un circuito y atender la explicación e historia de cada pieza. El recorrido inicia con el primer belén adquirido en México, en el que las imágenes del Niño, José y María tienen un rostro aniñado. “Éste es mi favorito”, dice Rocío.
Detalles, materiales y formas expresan la cultura y costumbres de cada país. Es así que un nacimiento de Guatemala tiene a sus piezas inspiradas en Rigoberta Menchú y otro hecho en Perú muestra a Manco Kápac y Mama Ocllo como José y María.
Colombia está representada con imágenes hechas al estilo del artista Fernando Botero, y la etnia mapuche, de Chile, tiene su pesebre a imagen y semejanza de los aborígenes.
Muchas de las instalaciones, por supuesto, son típicas de Bolivia y su característica común son las figuras de barro y cerámica. En una de ellas, todos los personajes tienen una wiphala en su vestimenta.
Ver todas estas piezas y conocer sus características puede tomar varias horas, pues a cada paso uno u otro belén llaman la atención; como es el caso de uno alemán hecho de madera y pintado con talco de colores; o uno africano con todos sus miembros de raza negra; o el de Tierra Santa, hecho en barro y tallado.
“La colección permite apreciar que en Latinoamérica se maneja muy bien el barro y al otro lado del mundo la madera”, dice de Cajías mientras muestra uno a uno los nacimientos con la delicadeza de quien toca un tesoro frágil y valioso.
Después de tantos años de nutrir su colección, y más allá de la fe o la afición, Rocío confiesa que cada vez se convence más de que “la unidad representada en los nacimientos es un ejemplo para las familias de todo el mundo”.
Por eso, el objetivo de la pareja es dejar esta colección a sus hijos o a alguien que la conserve completa y no deje de exponerla cada Navidad para que nuevas generaciones revaloricen el significado del nacimiento de Jesús.
Acorde con ese espíritu, el año pasado prestaron 50 nacimientos al Museo Nacional de Arte, que los expuso en una muestra especial por fin de año.
“Fue una experiencia linda, ver las reacciones de la gente al ver los nacimientos. Además de transmitir un mensaje, uno siente que tiene algo de arte para mostrar”, comenta Rocío Silva.
Y finaliza: “los belenes representan un arte y creencia que une a los pueblos. No es algo que nos separe o nos diferencie”.
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