domingo, 31 de julio de 2011

KIMONOS secretos del traje japonés

Cuenta una leyenda japonesa que la flor de la glicinia se convirtió en una hermosa joven. Vestida con un kimono violeta, se puso a bailar para deleite de la gente. Las personas miraban cautivadas y sorprendidas cómo esa flor fuji del arbusto que florece en todo su esplendor en primavera, visitaba la tierra de los humanos. Así, bautizaron al espíritu del capullo como fuji musume, la niña de la glicinia.

Mitología, símbolos, colorido, elegancia, arte... El kimono es una de las expresiones más representativas de la cultura del país del origen del sol. Es la vestimenta del Japón por excelencia y forma parte del conjunto de atuendos tradicionales o wafuku. Lleva varios fondos sin costuras ni botones, que se sujetan con cordones y una gran faja a la altura de la cintura (obi), adornada con una figura en la espalda.

Son varios los secretos que envuelven este atavío. Para desentrañarlos, la Embajada japonesa en Bolivia trajo a los maestros Minoru Matsumoto, Keiko Kogure, Yoko Sato y Saori Nakamura, emisarios de la Fundación Japón que impartieron un taller y una conferencia sobre la historia y el armado de esta indumentaria que engalanó —y aún lo hace— al poderoso emperador, la bella geisha y el aguerrido samurai.

Kimono deriva de la conjunción de dos palabras niponas: mono, que significa “cosa” y ki, “llevar” o “vestir”.Matsumoto explica que como prenda artística del Japón, ésta se remonta hasta inicios del siglo XI, ya que los habitantes más antiguos usaban una especie de poncho, una rústica túnica larga. Luego, con la influencia de Corea y China, llegó la seda y la ropa tradicional china que hoy es reconocida como hanfu.

Los japoneses crearon sus propios modelos desde el año 1100. Para fines del siglo XIV, hicieron el kimono de una sola pieza que fue bautizado como kosode. En el período Edo, la Edad Media japonesa (1603-1868), las mangas comenzaron a hacerse voluminosas y el obi se volvió más ancho. Las cuatro estaciones fueron la inspiración para la evolución en el color y los diseños.
Desde entonces, la forma básica del kimono ha perdurado para hombres, mujeres y niños. No obstante, dejó de ser un atuendo para uso diario y hoy, comenta Matsumoto, es empleado solamente para ceremonias o actos especiales, o cuando las damas van de visita. Eso sí, para sentirse cómodo en el calor veraniego, en los festivales o en la casa, está el yukata, una variedad de kimono ligero de algodón.

Las cuatro estaciones del color

Dentro del kimono existe una prenda llamada dogui. Los varones pueden llevar un haori o vestido tres cuartos sujetado por un cordón trenzado y un pantalón ancho o hakama. Las mujeres llevan en el centro del traje la faja obi. Para los pies están los geta o chinelas de madera, y los zori o sandalias de algodón y cuero; también los tabi, calcetines que separan el dedo pulgar de los otros dedos para encajar los calzados.

El armado y el amarre del obi implican toda una creación artística. Se puede formar con esta faja de dos caras monocromáticas un sauce llorón o un tambor japonés, entre otras figuras imaginativas. Esta pieza tiene entre tres y seis metros de largo y 30 centímetros de ancho, es fabricada con hilos entrecruzados, puede llevar dibujos bordados y generalmente debe dar dos vueltas a la cintura de la persona.

Matsumoto remarca que a la hora que un japonés decide hacerse confeccionar un kimono, toma en cuenta la calidad de la tela, el corte, el color y las figuras estampadas. Cada una de estas características tiene un significado que denota estatus social, sexo, edad, estado marital, la época del año o la ocasión, entre otros mensajes no verbales. Luego recién lo encomienda a un experto en la fabricación del atuendo.

Las cuatro estaciones se expresan en los matices del atavío, al igual que en las figuras de adorno. El kimono negro era el más común, por ser abrigado, cómodo y porque no requería de teñidos, hasta que se descubrieron yerbas que servían como paletas multicolores. Por ello, ahora en primavera y verano, las flores estampadas son de tonos fuertes; en otoño, café y dorado, y en invierno, opacos y aperlados.

La indumentaria masculina es menos colorida y ornamentada. En cuanto a la tela, dice Matsumoto, la seda oshima es la más preciada y cara, luego está la omeshi, que es una especie de crepé de alta calidad, al igual que el edo komon que tiene detalles muy pequeños, y una variedad muy aspera que es empleada solamente para los hakama de los varones.
El maestro japonés resalta que las mujeres casadas o de mayor edad utilizan el traje llamado tomesode, con mangas cortas y de matices sobrios. Mientras las jóvenes solteras usan el kimono furisode (furi, “mecerse” y sode, “manga”), con mangas más anchas y coloridas, al igual que el obi; lo emplean para matrimonios o la típica festividad anual del nuevo adulto, cuando los muchachos cumplen 20 años.

Geishas y guerreros samurai

Uno de los kimonos más fascinantes es el empleado por las geishas, esas cultas reinas del entretenimiento que llevan la cabellera recogida y un níveo maquillaje. La parte inferior de su ropa se arrastra por el piso, diseñada para recorrer los tatamis o esteras japonesas. Y posee matices rojos, incluso ocultos, que son mostrados coquetamente o de vez en cuando por estas damas para cautivar a los varones.
Las novias pueden usar el uchikake, una capa elegante que posee alegorías decorativas como grullas, pinos, agua que fluye y las infaltables flores, y debajo de éste un kakeshita, un furisode monocromático; o también pueden lucir un hikifurisode o hanayome, una variante del furisode que porta mangas largas y colores brillantes repartidos por la plenitud de la tela.
El irotomesode se viste igualmente en los matrimonios, pero es llevado por las esposas que no son familia directa de los recién casados, sobre todo madres y hermanas. La cara opuesta es el mofuku, un kimono que expresa tristeza y es empleado en los entierros por las casadas o solteras; se caracteriza por su color negro íntegro y por no tener ornamentación alguna, a excepción del escudo familiar.

Los conflictos bélicos son otro punto que hizo evolucionar el aspecto de los kimonos, especialmente de los masculinos, manifiesta Matsumoto. Fue así que los atavíos iniciales que mostraban mangas inmensas y hakamas muy holgados, que eran empleados en la cacería y la guerra, cambiaron por modelos más cómodos y estéticos, que aligeraron la labor varonil para la escritura y el uso de las armamento.

Los samurai, expertos en el manejo de la espada y el arco y la flecha, tenían su kimono de dos piezas: el kamishimo, que vino de los tiempos de paz, en el período de Edo, cuando dejaron sus armaduras y vistieron este traje destinado para los miembros del más alto rango social, con una chaqueta sobre el hakama llamada kataginu.

Lo usaban en actos formales.
Los hombres, recalca Matsumoto, llevan vestimenta menos colorida, allí radica la diferencia principal con los kimonos femeninos. El estilo de kimono masculino más formal es de seda negra lisa con cinco kamons o escudos familiares insertos a la altura del pecho, los hombros y la espalda; ligeramente menos formal es el que posee tres kamons. Todos son acompañados con interiores y accesorios de color blanco.

El retorno al estilo del pasado

Matsumoto remarca que actualmente sucede un fenómeno interesante. La moda reciente ha permitido la aparición de nuevas decoraciones figurativas en los kimonos, e inclusive la creación de piezas influenciadas por otras extranjeras: como el minikimono que emula a la minifalda; no obstante, se impone una tendencia a “volver al pasado”, por lo que los jóvenes usan los kimonos de su madre o abuelas.

Sin embargo, muchas tradiciones antiguas que involucran a estas prendas se van perdiendo, como el lavado. Antes, las puntadas del traje debían ser descosidas a mano para la limpieza, y vueltas a coser; un proceso que se denominaba arai hari. Hoy, ello implica dificultad y alto costo, y sólo es empleado para las ropas de alto valor histórico; la mayoría recurre a las tintorerías y a airearlas estacionalmente.

“El kimono no existe en otro lugar del mundo”, remarca Matsumoto, “no se expandió porque Japón era una isla, un archipiélago cerrado, y así cultivó su propia cultura. Por eso ahora queremos mostrar al mundo las bondades de nuestra vestimenta que ha evolucionado a través de los años, estamos convencidos de que el sentimiento de su color y sus figuras tiene mucha profundidad y mucho significado”.

No en vano, los kamons fueron el principal adorno de los empapelados de muchas casas de Francia. O que Vincent Van Gogh y Claude Monet hayan pintado a los kimonos en sus obras de arte. Así son estos conjuntos indumentarios que resaltan por su significados cultural y semiótico, por su belleza, una hermosura como la que lució la fuji musume de la leyenda del Japón.

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