La tradición de raíces europeas, que representa la creencia de que los muertos visitan a los vivos entre el 31 de octubre y 1 de noviembre, ha cobrado relevancia en el comercio, aunque hay sectores que cuestionan esta práctica de la dicen que no es una fiesta propiamente boliviana.
Hay artículos para todo bolsillo. Este año se ubican en la preferencia de los consumidores las calaveras —representación de la muerte—, sobre todo aquellas dotadas de movimientos, líquidos similares a la sangre y otras que están encerradas en jaulas, como si estuvieran a la espera de ser liberadas.
Estas piezas se ofrecen hasta en 100 bolivianos. Mientras que los disfraces para los niños, ya sea aquellos con motivos tenebrosos o con los personajes infantiles clásicos, como Blanca Nieves, se venden desde 50 bolivianos.
La fiebre por Halloween tiende a posesionarse en las escuelas, pero sobre todo en las urbanizaciones o condominios. En esos escenarios la tradición tiene como protagonistas a los niños, que planifican recorridos por las viviendas con el afán de reunir la mayor cantidad de golosinas.
Los niños disfrazados repiten la tradición de visitar las casas de sus vecinos, para tocar las puertas y negociar con sus habitantes: “Truco (susto) o golosina”. El anfitrión suele librarse de pasar un mal rato o exponerse a un susto a cambio de un caramelo.
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