sábado, 29 de octubre de 2011

Flores kochalas llegan a las almas de oriente y occidente

Crisantemos, claveles, ilusiones, rosas y un sinfín de variedades de flores kochalas viajan a oriente y occidente del país para el Todos Santos y el Día de Difuntos.

Floricultores de Quillacollo, Vinto, Sipe Sipe y, en menor grado, Sacaba, son los responsables de proveer uno de los principales elementos de esta actividad que no pierde su esencia, pese a la fuerte presión de fiestas de occidente como hallowen.

Según la tradición popular, las almas llegan al mediodía del 1 de noviembre, en el Día de Todos los Santos y permancen en medio de mimos y adulaciones de sus familiares hasta el mediodía del 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos.

Ya sea en oriente u occidente, la presencia de flores durante estos días es fundamental. “En Todos Santos, las flores en sus distintas variedades, colores y aromas son una muestra de cariño y recepción a una persona muy importante”, señala el antropólogo, José Antonio Rocha, refiriéndose a la esencia de esta fiesta como la continuación del ciclo de la vida que recibe a los muertos.

La combinación de colores y fragancias para lograr la armonía perfecta en la ofrenda al alma son parte importante de este acontecimiento. Las flores son escogidas por su aroma y combinadas con otras por su estética. “La ilusión no tiene aroma pero es parte del conjunto que le da vida al ramo, así como el nardo con su aroma”, explica Rocha.

En esta fiesta los colores blancos son propios de los “angelitos” (bebés, niños y niñas) o jóvenes solteros que fallecieron, que pueden ser combinados con rozones rosados o celestes. Para los adultos o personas casadas, los colores determinados son el morado, que puede ser combinado con el negro.

Esta simbología se fusiona con la preferencia y el gusto de los difuntos en vida. “A mi mamá le gustaban los gladiolos, pero como no tenían ninguna fragancia, ella siempre le aumentada unos dos tallitos de nardos”, relata Rosalía Guzmán vecina de la localidad de Quiroz Rancho, Sipe Sipe.

Por las condiciones climáticas no todos los familiares, en las diferentes ciudades del país, pueden ofrendar a sus almas la amplia variedad de colores y fragancias del valle cochabambino; sin embargo, experimentadas manos campesinas se esfuerzan por hacer llegar las flores más resistentes al viaje y al clima. Popelinas, saticias e ilusiones, cultivadas a campo abierto, van en mayor cantidad rumbo a Beni y Santa Cruz. Los claveles, rosas, saticias y crisantemos, en sus más de 80 variedades van a Oruro, La Paz y Potosí.

Y una infinidad de gladiolos, claveles, margaritas, astromelias, nardos, azucenas, popelinas, cartuchos y muchos más, se quedan para los cementerios y campo santos de Cochabamba y sus provincias.

Los floricultores del Valle Bajo producen semanalmente más de 1.200 paquetes de flores, cada uno de 25 unidades.

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