sábado, 27 de agosto de 2011

Juego de rol, una aventura de fantasía y dados

Cuatro jugadores -acompañados de un narrador- lanzan los dados de múltiples caras mientras su caída sobre la mesa transcurre en cámara lenta. En ese momento, un mundo de fantasía abre sus puertas para iniciar una aventura en la que la imaginación los convierte en personajes inspirados en emblemáticas historias de libros, como Calabozos y dragones, El señor de los anillos y muchos más.

En este mundo es posible ser lo que sólo en sueños se puede aspirar. Está al alcance del jugador convertirse en un hobbit de La Comarca, un vampiro, un mago, un hombre lobo o un dragón.

Al principio puede parecer algo abstracto, pero el juego de rol está basado precisamente, como su nombre lo dice, en la interpretación de un papel, un personaje creado por cada jugador que posee una biografía que define sus características físicas, intelectuales, carismáticas y también destrezas que se desarrollan dentro de la historia.

Hace unos 15 años que el juego de rol se posicionó en La Paz y en el gusto de aquellos que se sienten atraídos por las historias y los libros relacionados a la fantasía. En sus inicios era una práctica underground, pero en la actualidad existen al menos 20 grupos de jugadores, sin tomar en cuenta las versiones de internet o PC.

De Calabozos y dragones

Transcurría la década de 1960 en Estados Unidos cuando el profesor de sociología Willian A. Gamson creó SimSoc, una “sociedad simulada” que era utilizada en universidades con fines académicos. Pero fue en 1974 cuando el juego del rol nació oficialmente, con la publicación de Calabozos y Dragones, un libro basado en los clásicos juegos de estrategia y de mesa.

Esta fantasía se desarrolla mediante héroes y antihéroes, interpretados por los jugadores, que viven en una historia inspirada en diferentes libros. En sus páginas está descrito una especie de manual completo que explica los tipos de personajes que habitan en estos mundos, los escenarios y los giros que puede dar la historia.

Es como el boceto de una puesta en escena que cambia constantemente.

Jorge Mendizábal, de 38 años, dice que lo que más disfruta es esa puesta en escena imaginaria, donde puede estar su personaje de series, películas y libros de los que es fanático.

El poder de los dados

La dinámica del juego se basa en una labor conjunta que lleva a cada personaje a realizar una acción específica, cuya meta no es ganar sino cooperar para lograr algo, aunque siempre se pueden tener victorias individuales.

Sentados alrededor de los dados -que llegan a tener hasta 20 caras-, con las hojas de rol en mano y la guía de un narrador -que hace las veces de director de la historia-, la aventura comienza.

En la tienda especializada en juegos de estrategia Las Dos Torres, en Obrajes, los fanáticos se disponen a jugar Rift, el escenario imaginario está dispuesto.

La historia se desarrolla en un futuro postapocalíptico en Japón, donde un cataclismo ha despertado la magia que antiguamente había en la tierra, la que se expresa en haces de luz y grietas (rifts, en inglés) que, a su vez, son puertas a otras dimensiones.

Los jugadores pueden convertirse en dragones, samuráis o robots dirigidos por un humano. Ellos avanzan en la historia y superan los obstáculos que encuentran gracias al lanzamiento de dados, cuyos números y porcentajes determinan si sus acciones son o no satisfactorias, es decir, si el nivel de dificultad de una acción es del 60% y los dados del jugador dan una cifra inferior, la acción fue un fracaso.

Como en una película

Guillermo Aramayo, de 24 años, juega desde hace una década. “La oportunidad que tengo con este juego es actuar y ser desde un guerrero hasta un vagabundo, que pueden ser muy parecidos o muy diferentes a mí”, cuenta.

“El dragón continúa herido, puede avanzar, pero con dificultad y tu samurái tiene heridas profundas que parecen no sanar”, así comienza una cita más del juego de rol que, dependiendo de su evolución, puede durar meses y hasta años.

Según Marcelo Alba, el narrador de esta historia, para entender el juego es necesario volver a la infancia, como cuando los niños juegan a ser vaqueros o soldados y se imaginan todo un mundo a su alrededor. El rol es lo mismo, sólo que con personajes e historias más ordenadas.

“Ser narrador es como ser el director de una película, con gran capacidad de improvisación; la única diferencia es que cada jugador es parte de ella y puede influir en los acontecimientos que ahí se desarrollan”, explica.

“Juego desde hace tres meses. Lo que más disfruto es crear y estar en mundos diferentes que no tienen límites”, dice Pablo Paz, de 24 años.

“Se trata -agrega- de recuperar un poco eso que tienen los niños y que se pierde cuando se crece. Creo que el único límite es uno mismo y su capacidad de imaginación”.

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