Es la temporada en la que nos contagiamos del espíritu especial de fin de año; aquel que nos rinde ante los colores, los aromas, los regalos y las tonadas navideñas. Y como sucede en cada Navidad. Esta vez, la moda indiscutible es una tendencia barroca hasta el extremo, en la que el dorado brillante, el bronce y el champaña se apoderan de los espacios. Y aunque esas tonalidades ya habían sido acogidas, esta vez es innegable su seducción entre millones. Además, llegan con un ligero cambio: mientras antes estos colores se usaban mezclados con otros –como verde y rojo-, hoy van solos. Sin embargo, otra propuesta intenta arrebatarles la atención. Nos referimos a la “Navidad minimalista”. Aquí solo tienen cabida uno o dos elementos como máximo en un mismo espacio e incluso se puede prescindir del árbol. La delicadeza, sencillez, el uso del bicolor y las líneas limpias, son las características.
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