llega diciembre y comienzan los ajetreos de fin de año. A ver… me faltan adornos para el arbolito, la lista de regalos para los chicos, mis hermanas, la abuelita. Una camisa para mi esposo. ¡Uh! Llegan mis hijos, tengo que poner bonita la casa. El jardín está muriendo hay que ponerle tierra nueva. Pensar en el aguinaldo de la trabajadora del hogar y decorar la tienda. Ah, y los aguinaldos de los empleados. Un regalito para ellos y un detalle para los clientes. Se llena mi agenda, hay que meter el doble de cosas en los mismos días. ¿Y me alcanzará el dinero? Otra pena más, tengo bajo presupuesto.
¿Diciembre también le preocupa? Se entiende, nos estamos preparando para asistir a la fiesta más concurrida del año y aunque estos tiempos nos impongan mil preparativos, anotemos como primera tarea ofrecer todo al agasajado. Alguien muy sabio me dijo que Él quiere que gocemos de las cosas buenas de la vida y que seamos felices. Esta enseñanza que ha cambiado parte de mi vida, pues ahora me encomiendo a él todos los días y disfruto de las cosas mundanas sin pena de autocrítica. Al fin y al cabo los humanos somos de este mundo.
Preparar la Navidad es hermoso, hay que disfrutar el resplandor del camino para llegar a la fiesta más concurrida del mundo.
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