lunes, 16 de mayo de 2011

Botas mutantes y puntiagudas crean una moda en México

Un migrante conocido como "César del Huizache" le hizo un pedido extraño al zapatero Darío Calderón: Le mostró una foto en su teléfono celular de un par de botas de vaquero con lentejuelas, tan puntiagudas que llegaban hasta las rodillas del portador. El quería un par, pero con una punta aún más larga.

"Yo me sorprendí y me dije qué onda con este vato" (qué le pasa a este amigo)", dijo Calderón en su negocio en Matehuala, una ciudad de agricultores y ganaderías en el noreste de México más acostumbrados a una apariencia más estoica de lo que debe ser un vaquero.

"Me dijo que quería botas como esas (de 60 centímetros), pero más grandes. Se las hicimos de 90 centímetros", agregó.

El hombre misterioso venía de Huizache, un poblado cercano. Se puso sus botas nuevas y fue a la discoteca Mesquit Rodeo, donde bailó al estilo bandido, con un pañuelo que le ocultó la boca y la nariz.

"Cuando lo vimos dijimos Orale vato!" pero él estaba bailando y traía su ambiente y no le importaba lo que la gente dijera de él", dijo Fernando López, un animador de la discoteca, inspirada en los rodeos.
Luego desapareció.

Después, dijo Calderón, todos parecían querer las extrañas "botas picudas" que parecían inspiradas en un cuento de Aladino: desde niños pequeños que iban a ceremonias de la iglesia hasta adolescentes en las discotecas.

El zapatero Calderón le dio forma a las puntas alargadas con espuma plástica y cobraba 400 pesos (34) dólares por las extensiones. Sus competidores comenzaron a cobrar 350 pesos (30 dólares) por puntas nuevas de 15 centímetros (6 pulgadas).

Los niños que no podían darse ese lujo usaban porciones de mangueras de jardín para hacerse sus puntas. Cuando alguien hizo una versión con mariposas brillantes, llegó otro con puntas de metro y medio (cinco pies) y les agregó rayas multicolores.

Cuando alguien le agregó estrellas a las puntas, otros agregaron lucecitas intermitentes y hasta bolas de discoteca, pavoneándose con las botas en la pista de baile para atraer a las chicas como los pavos reales al extender sus plumas.

"Al principio a mí no me gustaban mucho, pero las chavas (chicas) no bailaban si no tenías unas botas picudas y yo quería bailar", dijo el estudiante universitario Pascual Escobedo, de 20 años. Sus botas picudas estaban cubiertas de raso rosa y estrellas brillantes.

Nadie sabe de dónde vino la foto que traía César en su celular, pues se sabía que él cruzaba de vez en cuando la frontera entre México y Estados Unidos.

Sin embargo, una vez que trajo su idea a esta soñolienta ciudad de 90.000 personas y fábricas de ropa y partes de automóviles, ésta se extendió a los pueblos cercanos y ha llegado tan lejos como Misisipí y las discotecas-rodeo de Texas, donde algunos DJs dicen que alcanzó su punto máximo hace un año y que ahora ha pasado de moda.

Espectáculo

"Ellos les ponían todo tipo de cosas encima: luces estroboscópicas, hebillas de cinturón y luces rojas que se encienden cuando pisas", dijo Manuel Colim, un DJ en la discoteca Far West Corral en Dallas, Texas, donde residen muchos migrantes de Matehuala.


El desvanecimiento de la moda de las botas picudas coincidió con una nueva moda: un baile en el que los tribaleros giran para resaltar su calzado.


En Matehuala, los grupos compiten cada semana y ganan premios que van de los 100 a los 500 dólares y en ocasiones una botella de whisky.

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