No importa que no haya trineo, renos o chimenea, lo que vale es que mi hija sienta que su corazón se acelera de alegría, como sucede en las películas, al ver entrar por la puerta de casa al viejito de barba blanca, traje rojo y que lleva en la espalda una bolsa de regalos… todos para ella. Mi nombre es Antonia Vargas, tengo 34 años y trabajo como secretaria ejecutiva. En el primer año de vida de nuestra hija, a mi esposo y a mí se nos ocurrió que Papá Noel la visite en persona. Para ello, él vistió por primera vez el traje rojo y la barba blanca. Al ver la inmensa alegría de nuestra Belén, lo hicimos una y otra vez, sin pensar que la costumbre duraría hasta hoy.
Realidad y fantasía
Puede que la gente crea que no está bien, que a los niños no se les debe mentir y que no es real lo que ella ha vivido. Lo que sí es real es que desde hace nueve años, Belén desborda de alegría todas las noches de Navidad al escuchar el “¡ho, ho, ho!” del personaje que logra ponerle brillo en los ojos, hace latir más fuerte su corazón y le deja una sonrisa especial.
Digan lo que digan, Papá Noel sí llega a mi casa, y empieza recogiendo de la bota la cartita que deja mi hija con la lista de regalos que sueña. Aunque ella a veces ha llegado muy lejos con sus deseos, siempre le hemos dicho que elija tres regalos para que al viejito pascuero le dé tiempo de prepararlos, ya que en otros hogares hay miles de niños esperando por él.
Los otros niños
Reconozco que cada año las cosas se ponen más difíciles porque, a medida que ella crece, lo hacen también las dudas. Mi esposo pudo ser Papá Noel hasta el tercer año de Belén, pues ella ya empezó a ver parecidos. Ahora contrato a una persona para que haga el papel con el traje rojo que escogí con tanta dedicación y que guardo en una caja escondida.
En alguna ocasión mi hija me preguntó por qué Papa Noel no llegaba hasta la casa en su trineo. “Pues porque en esta ciudad hay muchos cables y muchos edificios, y podría quedarse atrapado, causar algún accidente o lastimarse”, le dije.
A medida que los niños van creciendo, se van dando cuenta de las cosas con más claridad. En el colegio, alguna amiguita siempre trata de convencerla de lo contrario. Obvio, pues este personaje jamás llegó a su casa. Acá lo que importa es que mi hija lo ve, lo toca, le habla y se toma fotos con él. ¿Por qué dudaría de su existencia?
Insisto, la idea no es engañarla, sino hacer que, mientras esto dure, ella sea inmensamente feliz a su manera para que, cuando llegue el momento y descubra que Papá Noel es un personaje ficticio, simplemente disfrute recordando aquellas escenas que la hicieron sentirse especial.
No lo tramé, sólo ocurrió. No estoy de acuerdo con mentir, pero sé que inventar una historia puede brindar a un pequeño una inmensa felicidad.
‘Mi esposo pudo ser Papá Noel hasta el tercer año de Belén (...) Ahora contrato a una persona para que haga el papel’
‘La idea no es engañarla, sino hacer que, mientras esto dure, ella sea inmensamente feliz a su manera’.
Basado en el testimonio de Antonia Vargas (Nombre ficticio).
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