Las manos de Faustina Mamani reflejan trabajo y esfuerzo. Han pasado casi 50 años desde que el entonces párroco de la iglesia de San Francisco le enseñó a modelar las figuras características del nacimiento navideño: animalitos, pastores, San José, la Virgen María y, claro, el Niño Jesús.
Faustina tenía tan sólo 13 años y se entusiasmó. Veía cómo vendían sus creaciones las artesanas de la zona. Esculpió sus primeras figuras de barro; luego se animó con el yeso.
El afán por superarse y encontrar una forma de sustento la llevaron a aprender y buscar sus propios moldes y diseños. Así mejoró la técnica y la variedad de figuras. Desde entonces moldear con el yeso es su trabajo, al que pronto se sumó su familia.
Hoy, doña Faustina, con las canas de sus seis décadas, expone más de 100 figuras en su puesto de la feria de Navidad, en el Parque Urbano Central.
Ofrece todo tipo de esculturas navideñas: en miniatura, grandes, de todos los colores y formas. Están las que copia de modelos traídos de China y otras que tienen impronta boliviana. "Los clientes me sugieren hacer cosas nuevas o cambiar otras, y así voy avanzando”, confiesa Faustina con voz satisfecha.
Este año está contenta con el ritmo de las ventas: "Cada vez nos visita más gente (a la feria de Navidad)”. Las cosas marchan, a diferencia de lo que sucedió el año pasado cuando los artesanos tuvieron que marcharse antes de lo previsto, por las rajaduras en pilares del cercano edificio El Alcázar.
Recuerda que con el susto cayó enferma y su salud casi le impidió acudir este año a la cita navideña. Pero doña Faustina no se rinde, sabe superar obstáculos.
Muy pronto le tocó aprender que "si una trabaja hay para comer; si no, no hay”. Huérfana de madre, se crió en La Paz con su padre y seis hermanas.
Quiso estudiar en la universidad, pero no pudo. Se encontró con dos obstáculos. "A los que teníamos el apellido Mamani nos discriminaban y no nos dejaban entrar”, relata Faustina. Además, "antes nos decían que las mujeres no debíamos estudiar, que nuestro deber era servir a los hombres”.
Faustina no se resignó a estas circunstancias que la discriminaban, ni mucho menos. Hizo todo lo que estuvo en sus manos para lograr su independencia económica, aunque los estudios no le fueran permitidos.
Gracias a su trabajo incansable como artesana, afirma con orgullo, "nunca dependí de nadie. Incluso cuando mi esposo falleció, hace 14 años, pude sacar adelante a mis tres hijos”.
Ahora vive en la ciudad de El Alto con "suficiente campo para poder trabajar con mi familia” en el oficio que ha ejercido toda su vida. Sus hermanos se encargan del trabajo más pesado, como hacer los moldes de las nuevas figuras, cuyos modelos se modernizan cada año. Los precios de sus trabajos van desde dos bolivianos, los más pequeños, hasta 300 bolivianos, los más grandes.
Faustina piensa jubilarse dentro de unos dos años; comenta que se siente cansada por el esfuerzo de 50 años sin tomar vacaciones ni descanso. "Estoy tranquila, tengo la seguridad de que mis hijos seguirán en el negocio”, afirma.
Una treintena de yeseros en La Paz
La Asociacion Viajeros al Interior y Exterior de Bolivia, a la que pertenece Faustina, reúne en la actualidad en La Paz a alrededor de 30 personas que se dedican a la artesanía con yeso, según explica la artesana.
Además de la feria de Navidad, ubicada en el Parque Urbano Central, trabaja durante todo el año en la elaboración de todo tipo de figuras de yeso.
Después de cinco años que vende en este espacio navideño, considera que en esta gestión se ha logrado una buena promoción para que la gente les conozca y vaya a comprar. "Los primeros años hemos sufrido mucho porque no vendíamos nada”, señala.
Recuerda cómo hace 10 años "las autoridades eran abusivas y nos echaban de los sitios de la calle donde vendíamos. Cargaban con todo y no nos devolvían la mercancía”. Antes tampoco existían los productos importados de China, que hoy se hallan en la feria.
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