lunes, 22 de junio de 2015
Coleccionistas de Playmobil cuentan sus experiencias con el universo de los juguetes
Desde niños hasta adultos, de todos los rincones surgen coleccionistas de Playmobil tras el fallecimiento de Horst Brandstätter, propietario de geobra Brandstätter Stiftung & Co. y considerado el padre de este mundo de juguete.
Hace algunas semanas, las conversaciones que giraban en torno al deceso de Brandstätter recalaban en los juguetes de su infancia y en los recuerdos que llevan impregnados sus formas, sus colores.
Muchos evocan que su primer regalo de Navidad fue una caja con alguno de los muñecos de 7,5 centímetros de alto, otros no olvidan los anuncios publicitarios de la década de los 80 que escenificaban el mundo que mostraba Playmobil, con temáticas del lejano oeste, el castillo medieval y la estación espacial.
Algunos todavía llevan fijado en la mente el escaparate de la planta baja de la tienda de Ismar, adonde iban junto a sus padres para las fiestas de fin de año, hasta que en febrero de 2003, protestas contra el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada ocasionaron el saqueo de varios negocios, entre ellos Ismar. Reportes de la época señalan que eran las 18.30, cuando hombres que cargaban sillas y juguetes eran silbados por los peatones, mientras corrían con los botines recién robados.
Los tíos que llevan a sus sobrinos para que elijan una casa, un cuerpo de bomberos, un castillo o un circo. El informático que se trasladó a otro país con una mochila llena de sus juguetes. La mujer que quiere comprar la casa rosada que le habían prometido. El joven que siente el deseo irrefrenable de llenar el circo que le compraron sus papás hace 20 años.
Cada uno de ellos tiene una historia que contar, una fantasía que materializaron con sus muñecos de Playmobil, aquellos que llenaron deseos, frustraciones y corazones de niños y mayores.
La historia comenzó con una crisis
Los muñecos de Playmobil son un clásico y un símbolo del poder del ingenio sobre la adversidad. Surgidos en plena crisis de los años 70, las pequeñas figuras fueron una alternativa económica a objetos de plástico de mayor tamaño. Fueron diseñados como un juego didáctico de construcciones, siendo sus protagonistas los muñecos articulados, ataviados con accesorios y autoadhesivos para recrear diversas épocas históricas y uniformes de profesiones. Los muñecos pronto se convirtieron en uno de los juegos didácticos más buscados y pedidos por los niños. Su éxito radica en su sencillez y versatilidad, características que permiten recrear todo un mundo de aventuras y fantasía sin salir de casa.
La historia de Playmobil es tan peculiar como sus creaciones. La empresa fue abierta a finales del siglo XIX con una fábrica de ornamentos de metal, reconvertida varias veces hasta terminar con la producción de artículos de plástico. En los años 30 se volcaron en la elaboración de pequeños juguetes como coches y animales.
La crisis del petróleo supuso un mazazo para la empresa, con el incremento del precio de la materia prima en 600%. Como solución a la carestía del plástico se optó por reducir el tamaño de los juguetes. En 1971, Hans Beck, jefe de Desarrollo, ideó un muñeco integrado por unos pequeños vehículos que incluían unas figuras en miniatura. Ante el éxito, Beck terminó centrándose en el desarrollo de las figuras de acción y todos sus accesorios.
Entonces, los Playmobil fueron presentados al mundo en la Feria Internacional del Juguete de Nüremberg en 1974. Su pequeño tamaño, su rostro sonriente, la articulación de brazos y piernas y la posibilidad de añadirles múltiples accesorios los convirtieron en uno de los juguetes de manejo sencillo y una puerta abierta para la imaginación de los más pequeños y los mayores.
De tienda y de feria
En la actualidad existen 2.300 millones de muñecos Playmobil, un tercio de la población mundial. Todos con una sonrisa, sin nariz, hechos de plástico y con 7,5 centímetros de altura. Uno de los datos curiosos es que los muñecos de Playmobil, que fueron presentados por primera vez tenían nariz, que luego fue eliminada y nunca se dio una explicación del porqué.
Policías, bomberos, enfermeras, piratas, indios, vaqueros, caballeros medievales… En el catálogo existen más de 300 referencias para los fanáticos, desde las que recrean la vida cotidiana hasta las que muestran viajes al espacio, barcos fantasmas y hasta estadios de fútbol.
El canal de televisión por cable Boomerang estrenó hace algunas semanas el dibujo animado Súper 4, basado en figuras de la empresa alemana, que trata acerca de las aventuras de cuatro personajes: la pirata Ruby; Alex, el caballero; el agente secreto Gene y Twinkle, el hada.
San Carlo es la tienda oficial de Playmobil en la ciudad de La Paz, se encuentra en la calle Comercio (1009), con una sucursal en la calle 21 de Calacoto (8382).
De acuerdo con algunos coleccionistas, otros lugares donde se puede encontrar los muñecos son la feria de la zona 16 de Julio de la urbe alteña, la calle Tiquina, el mercado Uyustus y puestos, generalmente callejeros, donde comercializan juguetes usados de la línea Playmobil.
Fue por un muñeco de GI Joe, pero eligió Playmobil
Mario Vila Dávila recuerda que tenía 14 años cuando entró a la tienda de Ismar de la calle Socabaya de La Paz. Y es que después de más de ocho largos meses, por fin había ahorrado el dinero suficiente de sus recreos para comprar lo que deseaba: un soldado de la serie de dibujos animados GI Joe.
En la planta baja del negocio, detrás de un mostrador de vidrio, había un área grande donde se exponían los dioramas de Playmobil con varias referencias, especialmente de barcos de piratas y vaqueros del viejo oeste norteamericano. “De pronto vi los juguetes de Playmobil y me quedé asombrado”.
Era diciembre de 1992, cuando en la televisión, principalmente para el Día del Niño y fiestas de fin de año, emitían la publicidad de ranchos de vaqueros, barcos de piratas y estaciones espaciales. Todo el universo recreado en unos muñecos sin nariz y sonrientes.
“Me gustaron por la perfección y variedad de sus diseños”, cuenta Mario desde el asiento principal de un salón de internet que ahora administra en El Alto.
Después de dos décadas y media, aún recuerda su primer diorama de Playmobil: un granjero con su hijo, además de una carreta con verduras, un caballo y una lámpara.
“No quería dejar de ser adolescente, no quería crecer”, afirma. Pero el tiempo no se detiene.
Mario creció y anhelaba salir de Bolivia para ver otras realidades, alistó maletas y se llevó consigo sus muñecos y se fue a Córdoba, Argentina. “Más bien que no nos revisaron los equipajes. Tenía miedo de que me hicieran pagar por mis muñecos, pero los hice pasar sin problemas”, recuerda el coleccionista.
Después de un año de estadía en el país vecino, la mamá de Mario se había enfermado de gravedad, así que retornó de emergencia a casa, dejando incluso sus preciados muñecos, para estar en los últimos momentos de su ser querido.
Casi 25 años después, Mario continúa buscando las novedades que saca la empresa Playmobil, aunque reconoce que en la actualidad es más difícil debido a los precios altos.
Es por ello que suele caminar por la feria de la 16 de Julio de El Alto o en la calle Tiquina de la sede de gobierno, donde a veces llegan joyas, “pero muy pocas y llegan incompletas, hay que buscar mucho”, expresa sobre los muñequitos que colecciona, con precios que oscilan entre los cinco y los 50 bolivianos. Mario está casado y tiene hijos, pero se niega a olvidar su hobbie, aunque su esposa no le comprenda demasiado. “Dice que ya no soy un niño”.
Pese a ello, este amante de los muñecos en miniatura confiesa que armará su nueva colección en el salón internet de su trabajo, y “se la mostraré cuando la complete”, agrega sonriente.
Recrea sus fantasías con los juguetes
Cuando se trata de armar las representaciones, Micaela Villa lo haría con los ojos vendados y siempre con alegría, como si se tratara de su casa, o de la casa que tiene en mente. Después de que a los 13 años le compraran su primer Playmobil, ella mantiene la misma emoción cuando habla de sus juguetes preferidos.
“Para las fiestas de fin de año, mis papás solían comprarme un Playmobil”, cuenta orgullosa cuando muestra el conjunto de vaqueros, con vacas y caballos encerrados en una cerca de plástico. Si bien supone que se trata de una temática para varones, a Micaela no le importa y acomoda el ganado.
“Es como si te trasladaras a esa época. Te vas a ese país donde ocurre la aventura. Incluso te imaginas que es de noche y que están alrededor de una fogata”, cuenta mientras, echada en el cemento frío, ordena los juguetes con una emoción sin igual para la producción fotográfica.
Luego de algunos años a Micaela solo le faltaba un elemento para completar una de sus referencias preferidas: la casa de Playmobil con tres pisos, pero la tienda Ismar había sido saqueada en 2003 y cerró sus puertas para siempre.
La ahora periodista guarda su colección en un lugar seguro de su casa, porque “ni siquiera dejaba que jugara mi hermana menor”.
Mientras tanto, recorría las calles para hallar alguno de los muñecos, por lo que incluso fue a la feria de la 16 de Julio, en la urbe alteña, con el fin de tener más muñecos para su colección. En esa tarea encontró un Playmobil antiguo, color verde y amarillo, que si bien le falta un pedazo del pie derecho, Micaela lo cuida igual que el resto de sus “tesoros”.
Años después de su primer campo de vaqueros, Micaela quiere conseguir la casa rosada de Playmobil, para luego amueblarla, aunque solo le falta el baño y la cocina. “La cocina es genial, tiene todos los implementos, platos, cucharas, cucharillas, calderas, toallitas, cómo no coleccionar todo eso”, señala.
Todo el ‘universo’ en una tienda
La novedad en la tienda San Carlo se agotó rápido. Ocurrió en la Navidad del año pasado, cuando los clientes compraron el teleférico Playmobil, que tenía la Línea Roja.
“Lo trajimos el 8 de diciembre y para el 15 no quedó uno solo”, cuenta Gabriela Silvestro, gerente del local.
En medio de las tiendas de telas de la calle Comercio, esquina Socabaya, en La Paz, uno de los locales se diferencia porque detrás de un vidrio se exponen varias temáticas de los juguetes hechos en Alemania y que se han vuelto un clásico, tanto para los niños como para los mayores que quieren seguir recreando sus fantasías.
Una cancha de fútbol con sus 22 jugadores, un volcán donde se mueven cavernícolas junto a dinosaurios, aviones y otras representaciones forman parte de la colección.
El emprendimiento familiar que había empezado con la venta de tela casimir hace 52 años, en 2009 decidió empezar un nuevo riesgo: la venta de juguetes didácticos y los muñecos Playmobil.
El local comenzó con la venta de la pirámide de Egipto, los infaltables caballeros medievales, los granjeros, una casa y soldados romanos. La habitación donde antes guardaban telas ahora se ha convertido en el salón donde está depositado todo un universo de fantasías, desde equipos de bomberos, pasando por policías, deportistas, astronautas, piratas, caballeros medievales hasta casas, castillos y barcos a control remoto.
Isabel y su tío Javier Heredia van de un lugar a otro para ver los juguetes y las decenas de referencias de Playmobil. Ella está sonriente porque dentro de San Carlo existe un mundo de ensueño y fantasías conservados en un salón en pleno corazón paceño.
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