Dos ejércitos de ataque dirigidos por sus generales se despliegan por un desierto de arena. Unos son alienígenas y los otros, caballeros grises. Está a punto de desencadenarse la madre de todas las batallas en un universo de miniatura llamado Warhammer.
Se trata de uno de los juegos de estrategia y modelismo militar más famosos del mundo. Permite que varias tropas, representadas en series de piezas, se enfrenten en una escenografía en la que son los dados -y no sólo la pericia de los comandantes- los que determinan las probabilidades de que uno siente supremacía sobre otro.
“Lo que hace que el Warhammer sea el más popular de estos juegos en el mundo es que, como tiene varias décadas de antigüedad, se tejieron muchas historias alrededor de la leyenda de un emperador que comandaba el imperio del hombre y que por varias razones está colapsando”, explica Marcelo Alba, más conocido -en el universo de este juego- como Baco.
Una afición milenaria
Según las épocas y las posibilidades, las recreaciones lúdicas de guerra son tan antiguas como las mismas contiendas bélicas, y se han simulado en maquetas y otros soportes desde batallas del antiguo Egipto hasta la Segunda Guerra Mundial, pasando por las incursiones de Napoleón.
Tactics, el primer juego de guerra con sistema de dados, fue creado en 1952 por Charles S. Roberts. Con los años surgió Warhammer, un universo rodeado de mitología que incluye a varios mundos en miniatura y tiene más de una versión. Un manual explica las reglas, la historia y características de cada comando conformado por diferentes razas, que van desde marines hasta orcos, pasando por alienígenas.
Las versiones más populares en La Paz son Warhammer Fantasy, que se desarrolla en un mundo medieval; Warhammer 40.000, que sucede en un mundo postapocalíptico, y una adaptación de El Señor de los Anillos.
A partir de las reglas básicas, cada jugador puede idear su propia aventura dependiendo de cuántas piezas tiene: desde dos hasta un ejército de cientos.
“La afición al Warhammer tiene tres componentes. Es un juego de estrategia y de colección de piezas, pero también está la pasión por armarlas, pintarlas y acicalarlas”, dice Pablo Paz, propietario del Espacio Las Dos Torres, ubicado en la calle 10 de Obrajes, en el que funciona un club de 50 personas que juegan Warhammer de lunes a sábado.
“Lo primero que se tiene que hacer para jugar es elegir la raza que a uno más le guste; en el medieval hay ejércitos o facciones que son especialistas en la lucha cuerpo a cuerpo, o en el uso de tanques' existen facciones de destrucción, de orden o neutrales, pero en el 40.000 casi todo el mundo jala por su lado”, explica Paz.
En un desierto, o entre castillos medievales, las tropas son dispuestas frente a frente para iniciar un combate en el que las armas, tanques y vehículos de ataque juegan un papel fundamental, mientras se avanza centímetro a centímetro y sin descuidar los puntos cardinales y otras referencias.
Guillermo Aramayo juega con un ejército de caballeros oscuros. Para él, el principal atractivo es que “en este juego lo que vale es la estrategia, que no es sólo mental, sino que se pone en práctica”. “Con el tiempo se puede conocer la estrategia de los oponentes y desarrollar otras para superarlas”, señala.
Ahmed Mustafá juega con un ejército de tiránidos, los alienígenas más famosos del universo Warhammer. Lo que más le cautiva es ponerse en el lugar de un general. “Te trasladas al campo de batalla y observas cómo se desenvuelven las miniaturas según tus propias decisiones' no es difícil enfrascarse en una guerra interespacial”, comenta.
Más que un juego
Daniela Maldonado es experta en personalizar las piezas de los comandos con diseños y pintura; ex muy hábil para plasmar figuras de milímetros de diámetro en las que los ojos no son mayores que un simple punto.
“Pinto mis piezas y las de varios jugadores. Una figura con muchos detalles puede tomar hasta cinco días de trabajo. En las bases de cada objeto podemos incluir piedras, pasto, tierra y demás”, explica.
Los hermanos Gabriel y Adrián Portugal, de 15 y 13 años, descubrieron hace un año este juego en la Feria Internacional del Libro. Entre castillos medievales y personajes fantásticos, poco importa que sean hermanos; una vez que la batalla comienza, son dos rivales más.
Entre ataques, avances y repliegues de sus ejércitos, cada jugador busca tener la menor cantidad de bajas y vencer con la mejor puntuación.
“Es mejor que jugar en la computadora porque trasladas todo a un campo de batalla, avanzas, atacas e interactúas en forma dinámica con otros jugadores. Te brinda sensaciones y experiencias más reales”, dice Gabriel. Y ése parece ser, en síntesis, el secreto del éxito y la pasión que desata el Warhammer en Bolivia y en el mundo entero.
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