Colombia produce más de la mitad de las esmeraldas del mundo, pero extraerlas es un trabajo duro: en Muzo, Boyacá, en el centro del país, familias enteras cavan bajo tierra en condiciones extremas en busca del oro verde que puede cambiar sus vidas.
Los mineros saben bien que el negocio real está en la exportación, una idea que siguió al pie de la letra Alberto Sepúlveda.
Eterno enamorado de las esmeraldas, Sepúlveda tiene varias minas en Colombia y creó el primer museo del mundo dedicado a esta gema, que en precarias condiciones extraen miles de personas en Colombia.
El museo en Bogotá tiene unas 3.000 piedras naturales y talladas y una réplica de los socavones naturales de donde se extraen -con vetas de las minas de Muzo, Coscuéz, Chivor y Gachalá- que trasladan a los visitantes a los yacimientos de Boyacá. Según Sepúlveda, China, Estados Unidos e Italia están interesados en tener un museo igual.
Y es que “las esmeraldas colombianas son las mejores del mundo, porque son las de mejor calidad, las piedras de mayor tamaño, que realmente tienen un valor que no tiene ninguna otra”, dice orgulloso Sepúlveda, en el negocio desde hace 40 años y uno de los mayores exportadores del país.
En la feria de joyas Expo Shanghái de 2010 fue el único expositor de la piedra que representó a Colombia, abriendo así más mercados para las esmeraldas. Ahora el objetivo es Asia, explica Sepúlveda, quien, pese a que reconoce que el comercio ha disminuido, asegura que el interés y el gusto de las piedras colombianas convertirán a China en un gran comprador.
“Las minas en Colombia están vírgenes, todavía no llega al 10% de producción, aún tenemos oportunidad de vender muchas, y las vamos a necesitar porque China está empezando ahora a comprar y va a ser un mercado muy interesante”, añadió.
Adrián tiene 19 años, pero desde siempre acompaña a sus padres a las minas y poco a poco aprendió el oficio. “Esto es algo que desde niño uno lo hace, desde puro niño, pero entonces en sí, en sí, meterle cuerpo al trabajo desde hace unos tres, cuatro años, más o menos desde los 15”, cuenta.
Con turnos de ocho horas en los socavones, a una temperatura de 40 grados centígrados, los mineros ganan el salario mínimo mensual (equivalente a unos 320 dólares), lo que hace que el deseo de encontrar la piedra de su vida sea un sueño constante que los anima a no desfallecer.
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