domingo, 5 de enero de 2014
Muñecas del mundo: Un museo para guardar juguetes
Lo más parecido a un túnel del tiempo es el umbral de la casona ubicada en el número 550 de la calle Rosendo Gutiérrez, que albergaba a la familia Salazar Paredes y que hoy se ha convertido en el Museo Elsa Paredes de Salazar, que guarda una preciosa colección de muñecas y juguetes de varios países, elaborados en diferentes épocas y diversas técnicas.
Rostros, en su mayoría de porcelana, de todos los tamaños y con diversos rasgos étnicos son los que dan la bienvenida al visitante, quien de inmediato evoca su infancia y no puede dejar de observar “cómo y con qué se hacían antes estos juguetes”.
La heredera de la iniciativa y administradora del recinto, la arquitecta Roxana Salazar, cuenta que su madre, Elsa Paredes de Salazar, cuando tenía ocho años de edad recibió de regalo dos muñecas que representaban dos culturas distintas, cada una con sus trajes típicos; una artesanal con ropa andina y la otra una aldeana de origen europeo con toques tradicionales. Desde entonces despertó en ella las ganas de coleccionar muñecas de distintas partes.
En alguna de las habitaciones de la casa de dos pisos Elsa fue reuniendo, durante 80 años, una a una cada pieza y además confeccionó alguna de ellas.
Con alambre, lanas de colores, telas, aguja e hilo en mano diseñó una serie de piezas con vestimentas de bailes típicos bolivianos, como la China Supay que se luce de pie en uno de los estantes del museo que permanece abierto al público.
“Mi mamá siempre fue multifacética, estudió Derecho y Artesanía en España y obtuvo el título de cirujano dentista en Bolivia en la Universidad Mayor de San Andrés, donde fue una pionera al ser mujer, estudiar y titularse”, recuerda orgullosa la hija.
Dentro de las aficiones de la coleccionista estaba escribir e investigar temas relacionados con la diversidad cultural, por eso la fijación en acopiar muñecas que representen vestimentas y rasgos físicos de distintos pueblos de los cinco continentes.
“Elsa hizo una investigación sobre la vestimenta típica, en los años 60, de las mujeres de pollera en Bolivia y este interés se manifiesta en la sección Bolivia que congrega a muñecas y muñecos que hacen referencia a la diversidad cultural de nuestro país”, relata Roxana.
Una vitrina sirve para ordenar una colección colonial de muñecos, que perteneció a la abuela del doctor Emilio García y que fue donada al museo. Las piezas sorprenden por su tamaño y porque son de tela, hechas a mano, además reflejan nítidamente los rostros hispanos e indígenas.
Colección
Cada vez que Roxana y sus hermanos fueron dejando la casa, cada habitación se transformaba en sala de exposición.
Pero ¿cómo llegaron esas piezas hasta el museo? La respuesta la ensaya la propia Roxana, al contar que en cada viaje que hacía su madre traía una muñeca, también encargaba a sus parientes y amigos viajeros que le trajeran una imagen típica del sitio que visitaban, por eso se pueden apreciar piezas de Corea, Filipinas, Portugal, México, entre otros países.
“Entre las muñecas con trajes típicos hay algunas muy antiguas y se observa en las técnicas de muñequería que abarcan un periodo de cien años; por ejemplo tenemos piezas desde 1860 hasta 1940”, precisa Roxana.
La idea de abrir al público esta colección privada se materializó hace cuatro años, cuando Elsa y Roxana quedaron viudas y decidieron vivir juntas. “La familia fue aportando más viendo que esto tomaba cuerpo. Toda la familia organizamos esta asociación en honor a Elsa y en vida”, explica la arquitecta.
Una de las actividades más importantes que realiza este centro es la exposición anual de muñecas antiguas, en la que además de mostrar sus piezas únicas, Roxana toma contacto con familias que tienen muñecas antiguas y son prestadas para la muestra al público por varios días. La de este año se llevó a cabo del 15 de noviembre al 1 de diciembre.
“En la exposición participaron 25 personas entre coleccionistas, anticuaristas y familias que dentro de su patrimonio cuentan con una muñeca antigua”.
La muñeca de Jaime Saenz, otras que pertenecieron a la colección de la Glorieta en Sucre, una traída desde París por el expresidente Gregorio Pacheco formaron parte de la exposición .
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